Tony Duvert, “Carta a Michel
Longuet” (1974), publicada en la revista Hétérographe.
Revue des homolittératures ou pas, no. 9, primavera de 2013, pp. 8-13.
Marrakech, 12 de marzo
Mi muy querido amigo:
Siento una gran envidia de las
maravillosas vacaciones que pasas en París, pues es la ciudad más bella del
mundo y las francesas son muy bonitas, jóvenes, bien vestidas y no piensan más
que en el amor. Mientras tanto, yo tengo que quedarme aquí, donde uno se sofoca
de calor y fatiga (ni siquiera hay metro). Es una ciudad horrible, llena de
árboles llenos de insectos llenos de gérmenes; y no solamente las marroquíes,
cuando no están veladas, no son ni jóvenes ni bellas, sino que son inaccesibles.
Me avergüenza decirlo, pero tal es así que los muchachos tienen que hacer el
amor entre ellos. En la calle, por todas partes, lo llaman a uno: “¡psst!
¡psst! ¡fuck-fuck!”, incluso aquellos en edad escolar. Apenas me atrevo a poner un pie
fuera y, sin embargo, me veo obligado a someterme a esas costumbres
abominables, pues mis amigos de aquí insisten en compartir mi cama, exhibir sus
partes viriles, hacer de hombre o mujer con la misma falta de pudor. Y si me
negara, Dios sabe el rencor que tendría que soportar. Lo peor de ese
libertinaje es que no tiene descanso: hay que soportarlo mañana, tarde y noche.
Temo que a este nivel mi columna vertebral se deshaga, vaciada de todo el semen
que, por supuesto cariño, mis amigos me hacen desperdiciar sin descanso. Aun
así, sueño con las elegantes parisinas con las que vas a bailar a los antros.
Algún día, yo también quiero ir a París para conocer al fin esa vida
deslumbrante y voluptuosa, pero ¿tendré fuerzas todavía? Estoy en un estado
lamentable por delante y por detrás.
Me haces demasiada falta y,
desde tu partida, las cartas que te he escrito se han empapado de lágrimas a
tal grado que he tenido que renunciar a enviártelas. Tu amistad sí estaba
fundamentada en el respeto a mi persona y jamás se rebajó a las infames
caricias que aquí son regla. ¡Cómo me encantaría encontrar un afecto tan puro!
¿Qué más puedo decirte?
No quiero agobiarte con la descripción de cada uno de los detalles de mi vida
cotidiana. Mis ventanas se abren sobre un jardín repleto de aves tan
escandalosas que me impiden dormir por la mañana y tan insolentes que se meten
en el comedor a robar las migajas de mis comidas. Entre los árboles, veo la
cordillera del Atlas (altas montañas azules y blancas que nos envían un viento
helado). Alquilo un bello lugar, aunque mal cuidado, pues cualquiera entra y
sale; y, como muchos europeos solteros viven en el mismo edificio, siempre hay
en la puerta muchachos y chamacos marroquíes esperando ser invitados adentro:
cuando paso frente a ellos, les hago una expresión severa y no me importunan.
Pese a la comodidad de la que gozo, duermo muy mal, ya que a menudo debo alojar
a ciertos amigos que se demoran demasiado después de cenar y, cuando son tres
los que comparten una cama, uno no está a sus anchas. Con todo, estoy contento
de que sean muy jóvenes y, por lo tanto, poco corpulentos. Detalle curioso:
tengo una segunda cama en otra habitación, pero nadie quiere dormir ahí.
Paseo mucho, con
melancolía y los ojos bajos; frecuentemente algún adolescente me aborda y me
lleva a un rincón para compartirme sus angustias amorosas; o bien, se trata de
algún niño al que mi prepucio de cristiano lo hace hervir de curiosidad (y ni
modo de desdeñar ese vivo placer de aprender). Sin embargo, ¡qué triste vuelvo
de esos paseos! A penas llego a casa y las visitas comienzan; no termino de
desvestirme y volverme a vestir, por lo que mi ropa ya está toda rasposa de
tanto frotarla. Es imposible estar solo, meditar, dedicarse a cosas bellas.
Siempre la fornicación, el chisme, los inoportunos. Ya no soporto esta ciudad.
Ése es mi estado. Hazme
llegar pronto, amigo querido, noticias grandiosas de tu estancia en París.
Quiero saberlo todo de esa metrópoli de las finanzas, las bellas artes y el
placer. Y si por azar puedes encontrar una postal de la Torifel (1) (me han hablado
también de una mezquita maravillosa que se llama algo así como El Saj-Rekor (2)), te
estaría infinitamente agradecido de enviármela como una muestra de sincera
amistad.
Tu muy querido amigo
Tony (en árabe)
(1) En el texto en francés, aparece Touréfelle, deformación de Tour Eiffel.
(2) Se refiere a la Basílica del Sagrado Corazón (Sacré-Cœur), usando un recurso de extrañamiento por el que es presentada con un nombre arabizado (El Sakh-Rhékeur, en francés).
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